Elecciones presidenciales en México. ¿Finalmente puede ganar la izquierda?
Andrés Manuel López Obrador ha subido gracias a una ola de indignación. Puede ganar la elección y ser el primer presidente de izquierda en su país desde Lázaro Cárdenas en 1934.
Faltan sólo 3 meses para las elecciones presidenciales en México y Andrés Manuel López Obrador (AMLO), del partido Morena, tiene una ventaja de dos dígitos en las encuestas. En una carrera entre tres contrincantes sin segunda vuelta, esto es potencialmente una victoria contundente. Si gana el 1 de julio, AMLO sería el primer presidente de izquierda desde 1934, cuando Lázaro Cárdenas, un héroe venerado de la Revolución Mexicana y una figura similar a Franklin Delano Roosevelt, fue elegido. Un giro hacia la izquierda sería un cambio significativo para México, donde a siete décadas de autoritarismo con el PRI siguieron 12 años de gobierno con el centro- derechista PAN y luego 6 años más con el PRI.
En los Estados Unidos, el proceso electoral mexicano ha sido prácticamente ignorado, rebasado por la cobertura de Donald Trump, los tiroteos en escuelas y otras preocupaciones domésticas. Ahí donde la ventaja de AMLO en las encuestas ha llamado la atención, el hecho se ha recibido con una combinación de incredulidad y miedo. En particular el sector financiero está preocupado por una cancelación de los contratos petroleros negociados durante la administración del presidente Enrique Peña Nieto y también por un posible retiro de NAFTA. Entre los menos observadores en los Estados Unidos, poco se conoce sobre AMLO que vaya más allá de la caricatura que pintan de él sus opositores en México: un populista mesiánico que desea regresar a su país a una época de política autocrática y mala gestión económica.
Los mexicanos han escuchado todo esto hasta el cansancio. Lo escucharon en 2006, cuando AMLO perdió la presidencia contra el candidato del PAN, Felipe Calderón, por menos de un punto porcentual, y de nuevo en 2012, cuando perdió por más de seis puntos contra Peña Nieto, del PRI. Esta ocasión parecen estar vacunados contra la propaganda anti-izquierdista. Están enojados, quieren que las cosas cambien y creen que AMLO es quien dará resultados. Aunque los oponentes de AMLO quisieran encasillar a sus simpatizantes como tontos e ignorantes, es la clase media del país y los más educados quienes le están dando ventaja por encima de sus rivales: 43 por ciento del electorado con educación universitaria apoya al candidato de izquierda, mientras que 17 por ciento del mismo grupo votaría por el PAN y sólo el 10 por ciento votaría por el PRI.
El repunte de la izquierda en México ha sido alimentado por la indignación generalizada hacia los partidos tradicionales que han fracasado en solucionar los problemas del país. Tanto Calderón como Peña Nieto pusieron la seguridad en el primer lugar de su agenda, pero la violencia sigue mientras que sus raíces –– mala gobernanza, corrupción y pobreza –– no han sido tocadas. Gobiernos sucesivos han hablado de reducir la brecha entre ricos y pobres, pero los programas sociales no han sido efectivos. México es todavía un país con una desigualdad abismal, donde más de 50 millones de pobres coexisten con el hombre más rico de América Latina.
La manera en la que los políticos utilizan su acceso a los fondos públicos para enriquecerse pone más sal en las heridas de los mexicanos. Peña Nieto ha sido acusado convincentemente de intercambiar contratos públicos por una lujosa propiedad (la famosa Casa Blanca) y por fondos para su campaña. Actualmente, tres exgobernadores del PRI enfrentan cargos serios por corrupción –– de Chihuahua, Veracruz y Quintana Roo. El viejo dicho priísta “un político pobre es un pobre político” sigue siendo el eslogan aspiracional de la clase política mexicana.
La biografía de López Obrador hace de él un buen candidato para beneficiarse de la desconfianza hacia el PAN y el PRI. En contraste con los otros candidatos, la gente lo ve como un hombre honesto y sencillo. La lucha por la justicia social y su crítica a las élites económicas han llevado a las comparaciones con Bernie Sanders. Sin embargo, a diferencia del senador de Vermont, que ha capitalizado su estatus como un hombre ajeno al sistema, AMLO ha demostrado habilidad para navegar el sistema de partidos políticos en México. Ha probado también su capacidad para gobernar: entre 2000 y 2005 fue Jefe de Gobierno del Distrito Federal, el segundo cargo de elección más importante del país.
AMLO se afilió al ala progresista del PRI a finales de los 70 y fue uno de los fundadores del Partido de la Revolución Democrática (PRD), un partido de izquierda, en 1989. Como presidente del PRD fué un líder pragmático que enfiló a su partido a ganar sus primeras gubernaturas a mediados de la década de los 90. Fundó Morena en 2014 después de que el PRD decidió apoyar las reformas estructurales de Peña Nieto. Su gestión como Jefe de Gobierno fue considerada como exitosa. Cumplió sus promesas de campaña: terminó con el despilfarro de fondos y le dió prioridad a los pobres, lo hizo sin alienar a los empresarios. A pesar de ser objeto de constantes ataques por parte del gobierno federal y los medios, AMLO mantuvo su popularidad y dejó el cargo con una aprobación del 76 por ciento.
López Obrador no es perfecto. Sigue considerando la terquedad como una de sus más grandes cualidades aunque a veces ésta ha sido un obstáculo para lograr sus objetivos. Por ejemplo, en 2006, no quiso asistir a un debate presidencial, un error táctico que lo afectó en las encuestas. Ha sido también criticado por no defender el derecho al aborto, el matrimonio entre personas del mismo sexo y la legalización de la marihuana, aún cuando es el candidato de la izquierda. Su imagen se deterioró después de no conceder la victoria a su oponente tras las elecciones presidenciales de 2006. Aseguró entonces que se había cometido un fraude electoral y encabezó una protesta al estilo occupy en el Zócalo de la Ciudad de México y en algunas de sus avenidas principales.
De igual forma, la campaña presidencial de AMLO de este año ha sido una versión más gentil y más sofisticada que las anteriores. Si bien sigue manteniendo el énfasis en los más vulnerables, ha buscado convencer al sector empresarial de que la estabilidad macroeconómica del país está garantizada si él gana. Ha suavizado su discurso al punto de apoyar abiertamente el libre comercio. Sus opositores han esperado sin éxito un error que puedan explotar. Estos últimos meses AMLO ha utilizado las redes sociales de manera inteligente para comunicarse directamente con los votantes y para no perder el control sobre la narrativa de campaña.
En particular, los texanos pueden estar interesados en su posición sobre NAFTA. López Obrador ha sido un crítico del tratado en el pasado, pero a la luz de los ataques del presidente Donald Trump en contra del acuerdo, él ha cambiado su posición drásticamente: “No queremos que haya trabas en el comercio, no queremos que haya aranceles, queremos que se permita el libre comercio con Estados Unidos y con Canadá.” Incluso, la semana pasada AMLO anunció que nombraría como líder de la negociación de NAFTA a un reconocido economista de la Organización Mundial del Comercio, Jesús Seade, si es elegido en julio. De inmediato Seade aseguró a los escépticos: “La relación económica con los Estados Unidos es súper importante,” añadiendo que una actualización de NAFTA está en el interés de todas las partes.
Cuando los mariachis empiezan a tocar “Las Golondrinas,” los mexicanos saben que es tiempo de decir adiós. Pero la canción aún no se ha tocado para los partidos tradicionales en México. AMLO todavía puede perder. Los medios aún apoyan el status quo y pondrán todo de su parte para que gane cualquier otro candidato (pensemos cómo Fox News promueve a Trump). Las élites económicas siguen viendo a AMLO como su candidato menos deseable y gastarán recursos para evitar que llegue a presidencia.Como ya lo hicieron en 2006 y 2012, el PAN y el PRI pueden hacer un acuerdo informal para apoyar al candidato más competitivo en contra de AMLO. Las autoridades electorales pueden fracasar en sancionar prácticas fraudulentas como lo han hecho en el pasado reciente, en las elecciones estatales de Coahuila y Estado de México.
La urgencia por el cambio en estas elecciones es fuerte en México. El miedo a que un candidato de izquierda gane la presidencia no tiene un fundamento real. Lo que debe preocupar a todos es que a los mexicanos se les permita ejercer su derecho a cambiar de rumbo si esa es su decisión. Uno sólo puede esperar que así será.
Bárbara González es una comentarista política basada en Monterrey, Nuevo León. Estudió relaciones internacionales en el Tec de Monterrey y Estudios Latinoamericanos en la Universidad de Oxford.
Traducido por Alvaro Céspedes.